El arte de construir el poder: estrategia política

 
 

La política, como la guerra, no es un juego de fuerzas lineales ni una sucesión de golpes al azar. Es un acto creativo, una danza entre lo posible y lo necesario, donde cada movimiento, por pequeño que sea, puede inclinar la balanza del poder. No basta con reaccionar. El verdadero estratega no solo responde al tablero: lo redibuja, lo moldea y, a
veces, lo rompe para crear uno nuevo.

En este campo vivo y dinámico, los conceptos de la estrategia militar se convierten en herramientas esenciales. El primero, el centro de gravedad, es el punto donde se concentra el poder. No es un lugar físico, sino el núcleo emocional, narrativo o social que sostiene una estructura de poder. Napoleón lo entendía al perfección: atacar donde el adversario es más débil, pero donde el impacto es más fuerte. En política, el centro de gravedad puede ser un segmento del electorado, una demanda insatisfecha o un valor universal que moviliza corazones y mentes. Identificarlo es como encontrar el eje de un huracán: controlarlo es dominar la tormenta.

Sin embargo, atacar no es suficiente. El estratega necesita hacer uso de la economía de fuerzas, esa habilidad para priorizar recursos y decidir cuáles batallas merecen ser libradas. Cada discurso, cada negociación o cada anuncio es una pieza que consume tiempo, energía y credibilidad. Bonaparte demostraba esta lección en el campo de batalla al
desmembrar ejércitos mayores golpeando primero sus puntos más frágiles. En política, el desgaste del adversario en cuestiones menores mientras concentras tu fuerza en los puntos decisivos puede significar la victoria, incluso antes del enfrentamiento final.

El escenario, el tiempo y el espacio son el teatro donde la estrategia se representa. Cada acción ocurre en un contexto que no es fijo, sino una combinación de circunstancias. Una marcha multitudinaria en una plaza resuena de una forma; un tweet viral lo hace de otra. El estratega sabe que actuar fuera de sincronía con las emociones sociales es como atacar un fuerte ya abandonado: un desperdicio. Entender el ritmo, elegir el momento y ocupar el
espacio simbólico son decisiones que pueden hacer que un movimiento se sienta inevitable cuando, en realidad, es producto de una planificación meticulosa.

Y aquí entran las piezas ocultas de la estrategia: la información, el secreto y la sorpresa. En política, lo que se muestra no siempre es lo que importa. La información bien gestionada no solo ilumina al estratega, sino que oscurece al adversario. Pero el verdadero golpe llega con la sorpresa. Una alianza inesperada, un anuncio en el momento justo o una decisión audaz pueden cambiar por completo las reglas del juego. El adversario queda descolocado, y el estratega, habiendo controlado la narrativa, toma el centro del escenario.

Todo esto necesita un elemento humano, el conductor, quien da vida a la estrategia. Como un general en el campo de batalla, el estratega político debe combinar cálculo frío con pasión contagiosa. Su labor no es solo mover piezas, sino inspirar confianza en su equipo y sembrar incertidumbre en su adversario. El conductor ve patrones donde otros ven caos, y encuentra oportunidades donde otros ven obstáculos. Su liderazgo es el alma que convierte la estrategia en acción.

Cuando estas piezas interactúan, la política se transforma en un acto creativo, un espacio donde el poder no solo se disputa, sino que se construye. Cada palabra, gesto y silencio forma parte de un diseño más grande, donde las ideas toman forma y las acciones definen el futuro. Así, como en la guerra, el estratega que mejor entiende los movimientos, que domina la interacción de los elementos, se convierte en el arquitecto del poder, capaz no
solo de ganar batallas, sino de re imaginar el terreno político para las generaciones que vienen.

 
Firma: Augusto Ceraldi. 
Apasionado por los libros y los asados, creo que muchas veces las mejores estrategias se conciben lejos de los escritorios, tal vez con un whisky en la mano. Con experiencia en gestión pública y un deseo por predecir tendencias y anticipar comportamientos

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