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En este contexto, con la pobreza en niveles históricos, la violencia social se agrava, y los conflictos, como el universitario, parecen el inicio de un proceso que sabemos cuándo comienza pero no cuándo termina.
Sin detenernos en las discusiones sobre el modelo económico o las discusiones parlamentarias, proponemos una hipótesis geopolítica para advertir sobre el conflicto emergente en un país con olor a bronca.
El conflicto geopolítico de primer orden es entre Estados Unidos y China. China promueve la “paz de la globalización” por razones pragmáticas, ya que depende de la estabilidad para inundar mercados globales con sus productos (Iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, Collar de perlas. En contraste, EE.UU. refuerza su estrategia de contención, este último crece en el conflicto. Estamos en la fase final de esta confrontación, por lo que es necesario no equivocarse sobre quién será el ganador. A diferencia de gran parte de la opinión pública, no vemos un mundo multipolar.
La batalla es por dos vectores en específico: alimentos y energía. EE.UU las tiene, China necesita buscarlas en el mundo.
En contraste, la verdadera alianza de primer orden es entre Rusia y Estados Unidos. Lo que no significa un mundo bipolar ya que EEUU sigue siendo la única superpotencia. Ambos países comparten un interés geopolítico clave: evitar que emerja una potencia hegemónica en Europa, y mucho menos una alianza entre Europa y Asia (que estaba sucediendo previa guerra de Ucrania) que los debilite. Los dos poseen armamento nuclear muy superior al del resto del mundo y disfrutan de energía abundante y barata, lo que los coloca en una posición estratégica incomparable. Además, Rusia no compite con Estados Unidos en manufactura, lo que minimiza sus fricciones económicas. Así como en la Guerra Fría nunca se dispararon entre sí, hoy comparten intereses geopolíticos que los acercan más de lo que aparentan. La rivalidad entre ambos es menos importante que su imperativo común de mantener el equilibrio de poder y evitar el surgimiento de nuevos actores que puedan amenazar su dominio.
Muchas regiones que aprovechaban la seguridad de EE.UU. mientras hacían negocios con China (Europa, en particular Alemania) ahora enfrentan la desindustrialización.
“La competencia estratégica interestatal, no el terrorismo, es ahora la principal preocupación en la seguridad nacional de EE. UU.” (Ley de Defensa Nacional EEUU, 2018)
Bolivia:
Venezuela:
Chile:
Brasil:
Ucrania:
Medio Oriente:
Globalismo vs Nacionalismo
La tensión del siglo
«La verdadera política es la política internacional» Juan Domingo Perón
Como dice el Papa Francisco, en esta «tercera guerra mundial en cuotas» debemos prestar atención al clamor de los pueblos y rechazar tanto la globalización que homogeneiza, roba trabajo y aplasta las culturas de los países subdesarrollados, como el nacionalismo excluyente que levanta muros y rechaza al distinto. Francisco propone una alternativa: el «poliedro«, donde cada pueblo, con su identidad única e irrepetible, se integre en un todo armonioso. En este modelo, cada nación conserva su singularidad, contribuyendo a una unidad que no anula las diferencias, sino que las valora y las potencia.
El conflicto geopolítico no es un choque de ideologías (democracia – autoritarismo, izquierda – derecha, comunismo – liberalismo) sino de intereses nacionales. EE.UU. y China se enfrentan en una batalla por la hegemonía global (o podría ser también por la pretensión de China de ser superpotencia y quitarle ese lugara EE.UU), donde muchos países que antes intentaban «jugar a dos puntas» (como Europa o América Latina) se ven obligados a tomar partido. El conflicto en Ucrania es la primera línea de esta disputa donde se están dividiendo una zona de influencia Rusia y EEUU (alianza de orden 1), la segunda se materializará en el Mar de la China Meridional, con el enfrentamiento por Taiwán.
Los grandes perdedores de este nuevo orden son Europa y China. Productores de manufactura – demandantes de energía y alimentos.
Estados Unidos es un caso único en la historia mundial. Como potencia hegemónica tras la caída del Muro de Berlín y el surgimiento de un mundo unipolar, fue el principal garante de la globalización. Sin embargo, al tomar conciencia de que ese mismo proceso amenazaba su liderazgo, particularmente por el ascenso de China, decidió retirarse de ese orden global antes de sucumbir. En lugar de caer, cambió de rumbo para tomar nuevamente la delantera, apostando al proteccionismo y aprovechando sus ventajas comparativas. Este giro implica el regreso a cadenas cortas de abastecimiento y la reindustrialización de su economía.
En 2021, paradójicamente, en el Foro Económico Mundial en Davos, Xi Jinping se presentó como garante de la globalización y del libre mercado, en un discurso en el que el Partido Comunista de la República Popular China se posiciona como el defensor del comercio internacional. “Desempeñaremos un papel más activo para fomentar una globalización económica mundial que sea más abierta, inclusiva, equilibrada y beneficiosa para todos», frente al creciente proteccionismo en EE.UU (A partir de 2017 Trump se pelea con la OMC. 
La expresión más clara de este nuevo orden es México: desplazó a China como principal socio comercial de EE.UU. Este nuevo escenario representa una oportunidad histórica para nuestra propia industrialización, y es la única vía para construir un país donde todos puedan tener un lugar. 
Nuestra dirigencia debería ser consciente de lo que está aconteciendo mundialmente. China tiene un método similar al colonialismo británico de antaño, invirtiendo en infraestructura en los países (puertos, redes ferroviarias, canales, etc). La estrategia china de inundar mercados con productos baratos tiende a bajar los salarios en los países que se vuelven dependientes de su comercio, afectando directamente a nuestras industrias locales y la capacidad de generar empleo digno. Además, debemos considerar el riesgo geopolítico de un eventual bloqueo comercial impuesto por Estados Unidos, (como ya ocurrió durante la dictadura del ‘76, cuando Washington prohibió las exportaciones a la Unión Soviética. Si la doctrina Monroe plantea un nuevo escenario de bloqueo comercial hacia China, ¿estamos en condiciones de rechazarlo? Corre peligro de no poder exportar nuestra soja y otros productos estratégicos, lo que golpearía fuertemente nuestra economía. Junto con el rearme brasilero y la recuperación de nuestras Islas Malvinas, son asuntos que nuestra dirigencia debe tomar con seriedad mientras estemos a tiempo.
Para nosotros, el retorno de Trump a la Casa Blanca (elecciones en noviembre 2024, asunción en enero 2025) catalizará el proceso y el nuevo orden terminará de emerger. Por esto ya no hay tiempo para medias tintas, el presidente actual, creyente del anarcocapitalismo (globalización extrema sin Estados) está realmente complicado para conducir este escenario. Esperemos, para bien de todo el pueblo argentino, que esto se resuelva y podamos iniciar un modelo de desarrollo humano, integral y sostenible, única condición para la paz.
 
		 
		 
		 
		 
		