 
		Más que una elección de medio término, el domingo es un plebiscito sobre la viabilidad política de Javier Milei. No se trata solo de votos o bancas: se trata de saber si el presidente mantiene poder para conducir o si entra en un proceso de parálisis política.
Los agentes económicos lo saben. El resultado del domingo no definirá el rumbo económico por sí mismo, pero sí la capacidad del gobierno para sostenerlo. En política, el poder no se mide por intenciones, sino por la fuerza disponible para ejecutar.
Si La Libertad Avanza supera el 35% de los votos y logra consolidar una alianza estable con el PRO, el mensaje será de continuidad. Los mercados leerán ese resultado como una señal de viabilidad: revalorización de activos, respiro financiero, algo de previsibilidad. Pero ese alivio durará poco si el Gobierno no demuestra —en los próximos 60 días— capacidad de negociación y consistencia fiscal, laboral y cambiaria. El voto puede darle margen, pero no resuelve la gestión.
En cambio, si el oficialismo queda por debajo del tercio en Diputados o no logra ampliar su base política, el capital de Milei se debilita.No es solo un problema institucional: es una señal de pérdida de legitimidad. Esa fragilidad se traduce en mayor presión cambiaria, mayor incertidumbre y una pregunta que volverá con fuerza: ¿hasta dónde puede llegar este programa económico sin una base política que lo sostenga?
La cuestión de fondo no es económica: es de gobernabilidad. El resultado del domingo definirá desde qué lugar Milei se sienta a negociar con el resto del sistema político.
Si lo hace desde la validación, podrá fijar agenda, resistir presiones y sostener el rumbo con mayor margen. Si lo hace desde la debilidad, tendrá que ceder poder: en el Congreso, en el gabinete y frente a actores como los gobernadores o el propio PRO. En ese caso, lo que viene no será una nueva etapa del gobierno, sino una recomposición interna de fuerzas, con cambios de nombres y de orientación.
Más que un test electoral, el domingo es una medición de fuerza política. Mide algo más que votos: mide capacidad de conducción. Define si Milei seguirá gobernando desde el conflicto —su zona de confort— o si tendrá que empezar a gobernar desde el poder compartido, el más difícil de todos.
 
		 
		 
		 
		 
		