Hace una semana, el presidente Javier Milei anunció en La Rural la baja de las retenciones de manera permanente. Este anuncio se da en un contexto en dónde también sostuvo que vetará el aumento de las jubilaciones y las pensiones por discapacidad, con el argumento de que atentan contra el equilibrio fiscal.
Es tentador entonces preguntarse: ¿hay o no hay plata? Pero esa no es la cuestión. El presidente conserva en su comunicación política una dimensión central: la nitidez. Los liderazgos nítidos, como bien describe el consultor Carlos Fara, son fenómenos cada vez más recurrentes y hacen de la pureza –ideológica, comunicacional, discursiva- el principal atributo. Milei no escucha a los manuales de la época que dicen que hay que tener tantas versiones discursivas como segmentos sociales existan.
Cuentan quienes estuvieron detrás de la campaña de Gustavo Petro a presidente de Colombia, que lo hacían lucir un sombrero distinto según la región del país que visitaba. En Argentina, Milei fue a todos lados con la misma campera de cuero. A los que gritan hipersegmentación, les contestó en Neura o en cualquier Foro Económico mundial con el discurso que es siempre una fotocopia del original, sin revisiones. Al mandamiento actual que dice que la fragmentación electoral es un espejo de la fragmentación social, en dónde no hay denominadores comunes sino solo intereses personales e individuales, les contestó con el único mal que sigue siendo de todos: la inflación.
Si anteriormente los liderazgos se caracterizaban por anteponer el pragmatismo sobre el purismo político –pensemos cuántas versiones de Massa existen-, hoy la construcción de los líderes es a la inversa. El ponderado pragmatismo político ahora puede significar arriesgar lo más valioso y costoso de construir: un relato de gobierno. Por ello, mientras Karina y los Menem le dan racionalidad al armado electoral buscando acuerdos subterráneos con la casta, el sello de La Libertad Avanza es lo único innegociable para el gobierno. En resumen, la principal política pública parece ser una política comunicacional: la nitidez no se mancha.
Volviendo, la diferencia entre la baja de las retenciones y los aumentos a las jubilaciones y a las pensiones, es menos una cuestión de plata que de comunicación política. Una viene impuesta desde el Congreso, la otra es una decisión del Gobierno. En una, arriesga su claridad discursiva, arrincona su principal capital político en un momento que no es para arriesgarlo, pensando en las elecciones legislativas. El discurso del presidente también puede leerse en clave de campaña, conservar lo nítido significa conservar las minorías intensas que ha construido, antes que ampliar su espectro electoral. Esas minorías, devenidas en pisos electorales, son cada vez más influyentes en contextos de baja participación electoral. En términos futbolísticos, significa salir jugar el partido aguantando el resultado atrás, sabiendo que defiende bien y que, si sale a atacar, puede perderlo.
“Al gobierno le va mal pero a Milei le va bien” sostuvo Jorge Asís al comienzo de esta gestión. Sin aumentos en las jubilaciones y pensiones, sin poder adquisitivo que aumente, sin sectores –exceptuando unos pocos- que muestren crecimiento… ¿Es posible un triunfo electoral? La gente vota con el bolsillo, pero con qué bolsillo es lo que está en disputa. Si el gobierno logra que la economía del país, la marcha general de las cosas se imponga a la economía personal –que la macro le gane a la micro, para simplificar- estará mucho más cerca del triunfo. Sin embargo, la flexibilidad en este contrato electoral tiene límites y la nitidez puede mancharse, por ejemplo, con una devaluación.
Por: Agustín Doino
Lic. en Comunicación Social